Cuando llegué aproximadamente a los 40 me ocurrió.
De pronto lo que todo había estado bien ya no lo estaba y no era que estuviera mal o que hubiera cambiado, era algo dentro de mi misma que me decía que ya no era ahí.
La relación que tenía, el lugar en el que vivía y partes de mi misma... No terminaban de hacer click. No terminaban de encajar.
Entonces empecé a escuchar, porque era mi alma quien estaba hablando. Mi alma y mis guías,
Y era momento de transformar, de enfrentarme a miedos, a sombras, a dudas y soltar todo lo que ya no era parte de mí para habitar lo que sí.
Eso fue lo que hice, porque para conectar con mi propósito ese fue el camino.
En mi caso fue un cambio radical de vida, de descubrimientos sobre mí misma, de conectar con mi propósito a otro nivel.
No fue una crisis, fue una revolución, una metamorfosis. Me convertí en una nueva yo.
Desde entonces he vivido una vida para nada normal. Pero es la vida que yo elijo, la que me funciona.
Obviamente no siempre fue un camino de rosas. Supuso romper con muchas estructuras, reconocer e integrar partes de mi misma que estaban ocultas en la sombra y reconocer que soy diferente y que tengo un propósito en esta vida.
Pero la alternativa a ese camino era conformarme con una vida que no era para mí, que me asfixiaba y me mataba lentamente.