Recuerdo cuando dejé el trabajo y empecé a trabajar para mí. Lo tenía súper claro, sabía lo que quería, sabía que me apetecía hacer, que era lo que quería crear y para quien.
Y de pronto hablaba con alguien sobre el tema, o veía un vídeo en instagram, o recibía un email de alguien que “sabía” más que yo y me entraban todas las dudas.
TODAS!! De pronto lo que había pensado no me parecía tan buena idea, el formato no me encajaba, las personas a las que iba dirigido no eran las adecuadas… y empezaba de nuevo. A repensar todo desde el principio.
Y no solo me ocurría con mi negocio, también me pasaba en otras muchas cosas. En si debía tener una conversación con una amiga por algo que me había molestado o era mejor dejarlo pasar. Si asistir a un evento o no porque la realidad es que me apetecía pero no conocía a casi nadie…. Y así suma y sigue.
No se si algo de esto te suena, pero a mi era algo que me mataba. Me dejaba exhausta, sin energía y con la autoestima por los suelos. Porque cuando al fin tomaba una decisión, volvía a dudar de si era la decisión correcta!!!
Era SUPER FRUSTRANTE!!!
Hasta que empecé a escuchar mi intuición y a seguir la energía.